“lengua de sabios” y sabía cómo “hablar palabras al cansado”. ¿Qué predicador no codiciaría tal capacidad en su ministerio? Isaías obtuvo esa capacidad porque, mañana tras mañana, Dios le había despertado para que escuchase como los sabios, y él había estado dispuesto a responder a pesar del sufrimiento y la vergüenza que ello implicaba (vv. 5, 6). Es significativo que este pasaje sea una profecía de Cristo mismo. El escuchar mañana tras mañana la voz de Dios debería ser —para el predicador— una
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